La sombra de Orión

 



El siguiente texto se publicó en la Revista "Razón Pública" el pasado 20 de enero de 2025, y se puede encontrar en la siguiente dirección: https://razonpublica.com/la-sombra-orion/

Estamos frente a una obra ambiciosa que en 435 páginas pretende abarcar los múltiples aspectos de Medellín, su comuna, pero especialmente la masacre de 2002.

Carlos Luis Torres Gutiérrez*

 

“La sombra de Orión”, novela de Pablo Montoya editada por Alfaguara y publicada en febrero de 2021, relata fundamentalmente la invasión, persecución y asesinatos que se cometieron durante la operación Orión a comienzos del año 2002 en la Comuna 13 de Medellín. Cae esta como como anillo al dedo ahora cuando se han encontrado los primeros restos de desaparecidos, allí en la “Escombrera”, ese lugar tras la comuna, entre los cerros, donde se dice arrojaron, sepultaron e incineraron decenas de jóvenes habitantes de este sector marginal, antes y durante esa acción de exterminio.

La novela toma una vigencia sinigual hoy, pues es posterior a una investigación del autor luego de conocer la historia de ese asentamiento; deambular por la comuna; conversar con madres, jóvenes de diferentes sectores y grupos, e intenta, como sus habitantes, saber el paradero de los cuerpos, de los cuales todos afirman que están en la escombrera, lugar que fantasmas, murmullos, sombras nocturnas, ecos, señalan como la puerta de un hades profundo habitado por vivos y muertos.

La novela de Montoya echa mano de un personaje que ya ha surgido en novelas anteriores, su alter ego, Pedro Cadavid, y relata desde su regreso a Colombia, su vinculación posterior con la academia (la cátedra de literatura), los grupos intelectuales, la escritura, su relación afectiva con una joven de la Comuna que lo lleva al sector y paulatinamente lo introduce en la historia y en el cotidiano vivir de una población marginal que se ha adaptado, luego de la operación Orión, pero conserva vivos sus miedos, las historias, sus rencores, los hijos asesinados, las violaciones, los amores arrancados por una bala de fusil y las descripciones violentas de las muertes de los milicianos, de los miembros de las bandas de delincuentes y narcotraficantes de todo tipo.

Como se dijo, un profesor universitario se acerca a mirar y con horror se asoma a ese abismo que es la historia de la Comuna 13 de Medellín, donde por décadas los diferentes gobernantes de la ciudad han desmentido lo sucedido; han afirmado que esa acción fue benefactora, que no se incurrió en violaciones de derechos humanos y que las madres denunciantes mienten o imaginan.

La novela se desliza entre las peripecias del profesor por los senderos de la comuna, por los predios universitarios, en las reuniones con intelectuales sobre temas políticos y académicos, entre sus investigaciones y los relatos en las voces de los actores; entre los llantos de las víctimas, en un entrecruce de discursos desgarradores y violentos; en la confluencia y superposición de tiempos y de voces, descripciones de personajes insólitos y visionarios que conservan la historia de tal vez la acción contraguerrillera más grande que a nivel urbano ha realizado el Gobierno en el país.

La novela es de un inmenso valor histórico porque recoge: la aparición de las bandas de barriada que se convierten posteriormente en focos de delincuencia, la penetración del narcotráfico, los desmanes y violaciones de estos grupos escindidos, los asesinatos por venganza y por cobro de cuentas, la aparición de los grupos guerrilleros urbanos y los paramilitares, la defensa de los territorios, y en general el actuar de estos grupos juveniles que exhiben nuevos símbolos, crean un dialecto, construyen otros valores, reclaman por un espacio que les ha sido negado y la respuesta fue el exterminio que todos conocemos.    

Con el hallazgo de los cuerpos en estos últimos días en la Escombrera, en Medellín, la sociedad hoy no puede negar, y debe aceptar como verdad dolorosa y sangrienta, lo que se aborda en esta novela que no se cubre con un manto de ficción, pues no inventa sino relata los hechos que leemos como los oye el narrador, como los ve a medida que asciende los escalones de los cerros e involucra en la narración su propia historia, incluso hasta su relación afectiva con esa bella mujer de la comuna, quien seguramente es garantía de sanación y compañía para no enloquecer de horror ante la fosa común, centro infernal y símbolo de la ignominia del país.

Se han escrito ya varios ensayos sobre esta novela y el autor ha hablado varias veces sobre las relaciones de La sombra de Orión con los mitos griegos, como eso del ‘cadáver insepulto’ en Edipo Rey, como la amenaza de los dioses sobre la ciudad, que es un claro indicio de que esta historia de violencia se remonta a tiempos distantes. Si, eso es, … es una epopeya, un ‘héroe desconocido’ avanza narrando los hechos de fundación y crecimiento de su pueblo y nos cuenta de la construcción de sus casas, de sus sembrados, de su comercio y de sus batallas. Ve cómo se enfrentan a enemigos desiguales, cómo se arman, cómo piensan, cómo sueñan, cómo ríen y lloran… cómo es su forma a veces extraña de amar, pero, sobre todo, este ‘héroe’ acompaña a su pueblo a los infiernos y se quema con él. Una mujer lo custodia en tamaña epopeya, hasta que él, por sus propios medios, surge bañado en lágrimas sobre los restos de una comala aún encendida (recuerdo las declaraciones del escritor en una entrevista donde lo dice explícitamente).

No deseo hablar sobre el cartógrafo que construye un mapa de la comuna, ni sobre el joven que pretende grabar las voces de los asesinados, ni sobre la comunidad de monjas defensoras de la vida, ni la biblioteca sostenida con esfuerzo por ese grupo de mujeres, ni el qué de las tertulias de los intelectuales de la pequeña burguesía universitaria, que son simplemente las múltiples posadas que acogen las vicisitudes del héroe. Sólo quiero mencionar que esta novela es un testimonio de un acontecimiento cruento sin resolver, que es ejemplo de lo que ha acontecido en este país, y que sus lectores, más que sentarse a leer un relato de ficción como suele llamarse a la novela, se enfrentan a la historia de un pueblo contada por múltiples voces, y su descenso a los infiernos.

Nota: Hace unos años, sentado en un auditorio de la Universidad Nacional en Bogotá le oí a Pablo Montoya, durante la Cátedra Inaugural de la Maestría en Escrituras Creativas que él dictaba, como en una especie de digresión, que se encontraba escribiendo sobre las masacres en Medellín, y sentí su voz estrangularse y un temblor de manos al relatar que estaba rodeando el Hades profundo; me pesa mucho en el alma, dijo. Hoy estamos frente a una obra ambiciosa que pretende en 435 páginas abarcar los múltiples aspectos de Medellín, su comuna, pero especialmente la masacre de 2002.

 

*Escritor, Magíster en Literatura latinoamericana, librero.

Etiquetas: La sombra de Orión, Pablo Montoya, literatura, Medellín, La Escombrera, Carlos Luis Torres

 

 

 


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