Si de batallas se trata… Baena fue el experto
"Tanta
sangre vista" la primera novela de Rafael Baena (1956-2015) fotógrafo,
periodista, escritor, … publicada en el 2007 por Alfaguara Editores y que acabo
de leer, ahora que van cumplirse diez años de la muerte de su autor.
Baena, a quién
recordamos por sus fotografías como reportero durante la toma de la Embajada de
la República Dominicana en Bogotá por el M19; por su largo trabajo
periodístico; por sus novelas: “Vuelvan caras, carajo” (2009), “La
bala vendida” (2011), “La guerra perdida del indio Lorenzo” (2015) y
otros textos póstumos como “Ciertas personas de cuatro patas”; por la
inolvidable charla que realizó en la Librería Luvina, diez días antes de su
muerte, cuando en medio de sus dificultades de salud, habló de las guerras del
país, del indio Lorenzo, de caballos, del periodismo, de la verdad y la
verosimilitud.
"Tanta
sangre vista" me permitió leer de nuevo una novela de acontecimiento,
de hombres de palabra, de pasión, de amores profundos, leales y valientes.
Novela ágil, bien escrita, que relata las batallas que precedieron y el final
de la guerra de los mil días hasta la muerte del general Uribe Uribe.
Novela de
guerras, de macheteros y viejos fusiles, batallas perdidas, firmas de paz, nuevas
revueltas y traiciones en los llanos orientales. No rural del todo, pues también
narra la vida en la capital del país a comienzos del siglo en una ciudad de
niebla fría y lodo, con una burguesía comerciante que se ajustó en el congreso
de la república para fidelizar sus negociados y dirigir la conveniencia de los
gobernantes. Una novela sobre los acontecimientos de comienzos de siglo que se
han repetido una y otra vez a lo largo de las décadas hasta nuestros días.
Novela actual, abierta, que juega con el tiempo y las historias que se cruzan,
imposible de abandonarse pues habla de eso que fuimos y somos nosotros.
Un poema de
Kavafis antecede la novela de Baena, que comienza: “Apenas el viento barrió con
la neblina tensé las bridas de Marengo, clavé los talones en sus ijares y
escuché tras de mí el ladrido rabioso de cien gargantas tragándose a bocanadas
la humedad de la mañana mientras nos lanzábamos colina abajo”. Este comienzo
sobre los lomos de caballos descendiendo la colina me recuerda el inicio de otro
texto similar sobre la misma batalla interior y otra guerra, sólo que muy
lejos, cuando Mijaíl Bulgákov inicia ese libro suyo "Diario de un joven
médico", dice: "Quién no ha cabalgado por perdidos caminos
rurales no está en condiciones de hacerse cargo de nada de lo que le
cuento".
Esto es lo que
hace Baena: llenarnos de sudor la piel, manchar con sangre nuestras ropas,
acompañar al protagonista, un ingeniero civil (Enrique Arce) que toma las armas
y se junta con las guerrillas liberales de Arturo Almagro, organiza el batallón
de caballería y es derrotado por el ejército oficial conservador en la gran
batalla de los Llanos Orientales. Firma la paz y se casa con Camila Almagro,
quién como una nueva Doña Bárbara construye un imperio donde, sin que ella lo
advierta, se suceden secuestros, extorciones, se esconden grupos armados de
derecha mientras el fuego intenso, al interior de esta familia en la capital y
en el llano adentro, urde en pasiones, intrigas, mentiras y la muerte.
Narrada en su
mayor parte en primera persona permite estar en la vanguardia del
acontecimiento, al filo de la violencia y la pasión, al tanto de la lealtad y
la palabra. Alterna en el tiempo dos historias del mismo protagonista (Enrique
Arce): una, el hombre que se lanza a la guerra, descrito de cuerpo y alma
entera, y otro, el viejo retirado del combate, con su nieto Ricardo que aprende
de aquel los mismos valores que le conducen a iniciar otra guerra. Las
historias con diferencia temporal se alternan de un capítulo a otro y permiten
que el lector arme una epopeya nacional que colinda con tantas novelas escritas
sobre el tema en Colombia desde “Cien años…”, “En esta borrasca formidable”,
“los ejércitos”, “Cóndores no se
entierran todos los días” y muchas otras.
Me gustaron
sus licencias poéticas y amorosas, la discreción para hablar de otras novelas
apenas con una sugerencia, para que sean advertidas por lectores juiciosos, la
reflexión de Enrique Arce en la última frase de la novela: “… si en el pasado
nosotros hubiésemos hecho lo mismo que el enemigo, ¿Dónde habría estado la
diferencia?”.
No deseo
recomendar más su lectura… ¡salud recordado Rafael y estimada Amalia!
(Carlos Luis Torres, marzo 8 de 2025)
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