Una conversación al oeste del sol, me llevó de nuevo a esta novela...
Por: Carlos Luis Torres G.
El pasado sábado en una
conversación con dos amigos poetas mencionamos algunos escritores que han sido
nominados como candidatos a nobel y más aquellos que suenan y suenan. Me quedé
pensando que ese ha sido el caso de Haruki Murakami, de quién se ha hablado
durante varios años. Conozco algunos cuentos suyos que me encantan, y leí con
entusiasmo una gigantesca novela "Kafka en la orilla", pero el sábado
en la noche no descansé hasta encontrar en mi biblioteca una novela que no
había leído "Al sur de la frontera, al oeste del sol". Me senté el
lunes a leerla de un tirón porque ese abordar el extrañamiento, me parece que
supera intentos que han realizado muchos. En varios cuentos suyos se retoma a
un joven que habla con los gatos y cuyo origen está en la novela "Kafka en
la orilla" cuando en su inicio una maestra lleva a los niños a recoger
hongos comestibles, para suplir dificultades de la guerra y sobre los árboles
pasa un avión bombardero que los niños miran y minutos después caen desmayados.
Al reponerse, más tarde, todo es normal, solo que años después cada uno de estos
niños posee cualidades especiales, uno de ellos es el que habla con los
gatos... maravilloso extrañamiento este y todos los que continúan.
La novela "Al sur de la
frontera, al oeste del sol", no se escapa de esto. Relata en primera
persona, desde sus años de escuela, de secundaria y universidad la historia
Hajime, un hombre joven que instala con ayuda de su suegro un bar-jazz en Tokio
y al cual le va muy bien. Una vida normal donde recuerda, especialmente sus
tímidas relaciones con las chicas compañeras de escuela y con Shimamoto,
inteligente, silenciosa, hija única, como él. Pero coja de la pierna derecha y
su arrastrar el pie la hace retraída, lectora, apasionada a la música, y amiga
cómplice de Hajime. Años después su relación con la joven Izumi termina con un
hecho doloroso, embustero, cruel, que continúa con el matrimonio de este con
Yukiko, hija de un constructor de edificios.
Las palabras sencillas, sin
ningún esfuerzo literario y menos de ruptura, sirven para presentar un Japón de
posguerra, en creciente desarrollo, muy influenciado por la cultura
norteamericana y del bienestar económico de sus empresarios, basado muchos en
la corrupción. El bar-jazz, de Hajime, en Tokio, progresa y por tanto monta
otro igual, que es éxito por su especialidad en cocteles, por su piano y
selección de la música, que es la constante a lo largo del libro y que obliga a
leerlo acompañado con las piezas que suenan en cada una de sus páginas (todos
sabemos que Murakami es un conocedor de lo clásico y gusta lo contemporáneo y
que además en su juventud gerenció un bar de jazz).
Han pasado los años hasta que,
una noche de lluvia, llega al bar-jazz una mujer desconocida, es Shimamoto, quien
pone sus labios rojos sobre el borde del vaso de un coctel, y da continuum a la
relación con Hajime, ahora se hace empinada, difícil, en medio de un juego de
palabras y silencios, de recuerdos y balances inestables que conducen al
extrañamiento. Un tenue vidrio, una visión inesperada, un “parece que es ella”,
un continuar bajo la lluvia, un camino hacia atrás producen un extrañamiento,
un alejamiento de lo real, de la lógica, pero aquí caminar al borde del abismo
entre el suicidio y la locura hacen de esta novela un imposible detenerse… hay
ahí un hombre fuera de lugar, con una culpa gigantesca y un imposible pagar.
La novela desde su título pega
dos imágenes disímiles e insinúa desde aquí el extrañamiento: "Al sur de
la frontera”, es la frontera con México a la cual se refiere la canción de Nat
King Cole y en “al oeste del sol", se habla de una enfermedad que sufrían
los campesinos de Siberia, que trabajaban día tras día la tierra de otro, y a
su alrededor la nada, planicie por todos los puntos cardinales. Llegando a
agotarse de ver salir el sol por el este y ocultarse por el oeste, hasta que
algo en su interior se rompe, algo en su interior se muere y arrojaban el arado,
y con la mente en blanco, empezaban a caminar al oeste del sol, día tras día,
sin comer ni beber, hasta que se derrumbaban. A esto se le denominaban “histeria
Siberiana”.
Pues de esto trata el libro de
Murakami, de huir de aquí, a un lugar indeterminado. Por eso el comienzo de la
novela posee la descripción inocente de la infancia, desde el sueño de un
hombre adulto, como un volver, y al final, la escena erótica posee el sueño por
excelencia, del no salir. Da pistas musicales, imágenes y situaciones donde
nuestros ojos tropiezan con ese vidrio que hemos tocado algunas veces y que nos
separa de lo otro: lo real con “lo otro”.
La novela deja la posibilidad de
la locura pegada entre los dedos. El
empalago a un lugar donde se puede oír un piano, tomar una copa, estirar la
mirada, primar el ensimismamiento, fumar el placer de escapar por un momento.
Nota No.1
El primer extrañamiento se produce cuando en la pág. 92 (Ed.
Maxi Tusquets) Hajime, manejando su BMW se dice "“Esta no parece mi vida”,
mientras escuchaba “viaje de invierno” de Schuberth. Era como si estuviese
viviendo una existencia que hubiese preparado otra persona, en el lugar
dispuesto por otro. ¿Hasta que punto la persona llamada yo era o no realmente
yo? Aquellas manos que asían el volante, ¿eran mías? El paisaje que me rodeaba
¿hasta que punto era real? Cuanto más pensaba en ello, menos lo sabía”.
“Viaje al invierno” de Schubert, trata de un viaje interior
que un caminante va desarrollando sobre un paisaje exterior. Esta es una idea
básica en la música de Schubert. Pero en esta se han pintado con precisión,
justeza y dramatismo, la soledad, la desolación y la desesperanza, al mostrar
el drama íntimo de un ser humano, además se profundiza en la antesala de la
propia muerte. Esta pieza que se hace mención en la novela de Murakami, es un lieder
(que constituyen un verdadero viaje hacia la nada) (El Lied es un término
utilizado en la música clásica, especialmente de Schuberth) para hacer
referencia a una canción lírica breve cuya letra es un poema al que se ha
puesto música y escrita para voz solista y acompañamiento, generalmente de
piano.
Nota No. 2
Cuando Shimamoto aparece en el bar, se encuentran y
conversan, llueve. Él la deja ir sola, sin paralalluvia, a la media noche y se
queda dentro. Dice: “Tal vez sea una ilusión… me daba la impresión de haber
vuelto a los doce años”. Observa las colillas en el cenicero y la copa vacía,
dice “Pero no había sido una ilusión”. Es muy probable que haya imaginado la
copa y las colillas pero no es normal que un hombre elegante y galante, después
de encontrarse conversando con ella, la deje ir sola. Es muy probable que todo
haya sido una ilusión.
Además Shimamoto, ya no cojeaba, se había operado. Siempre le
había molestado eso en sus recuerdos, su cojera que la identificaba. La vio:
hermosa, sonriente, elegante, sin cojear… como en un sueño, digo yo. Demoró
tres meses en volver, sin razón alguna y llegó, como siempre llegaba, en medio
de la lluvia y mojada (en la literatura las mujeres fundamentales siempre
llegan con la lluvia. Recuerdo la novela de Álvaro Mutis “Ilona, llega con la
lluvia” ).
Nota No. 3
“Creo un lugar imaginario en mi cabeza y, poco a poco, le voy
dando forma” (pág. 131)
(Carlos. Torres, abril 10 de 2024)
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