Un destello de luz sobre la mancha de Orión.

 

  


El pasado julio 21 de 2024 el escritor Pablo Montoya publica su novela "La sombra de Orión" en la Editorial Random House Mondadori, que relata a través de su protagonista, alter-ego, Pedro Cadavid, y a su regreso de europa, su vinculación con la Universidad y la investigación e incursiones en la comuna 13 de Medellín para describir los atroces asesinatos de la operación Orión. Novela intensa, dura, descarnada, sin miedo, pone en la literatura colombiana otro de los hechos abominables de la persecución estatal.
Hoy que han encontrado tres restos humanos en "La Escombrera" lugar que se ha denunciado donde se enterraban los cadáveres y que los ojos del país están puestos en el avance de estas excavaciones, la novela de Pablo Montoya se pone al día, y debe ser leído, antes de que termine este duro año, en esta materia, aquí y en el mundo.
Subo el texto que publiqué al finalizar ese año de 2021:


"La sombra de Orión" de Pablo Montoya, editada por Alfaguara y publicada hace pocos meses cae como anillo al dedo en medio de este convulsionado país de hoy. Es la historia de la invasión y el exterminio de los grupos de jóvenes que se movían en la comuna 13 de Medellín, desde los milicianos hasta las bandas de delincuentes y narcotraficantes.
Montoya echa mano de su alter-ego, un personaje que ya ha surgido en novelas anteriores, Pedro Cadavid, para relatar, desde su regreso a Colombia desde París, su vinculación con la academia, los grupos intelectuales y la escritura de esta novela a través de un proceso de investigación y recopilación de información con habitantes, líderes pero especialmente con las víctimas y sobrevivientes de este exterminio de comienzos de la década del 2.000 en Medellín.
Hace unos dos años sentado en un auditorio de la Universidad Nacional en Bogotá le escuché a Pablo Montoya, durante la Cátedra Inaugural que este dictaba, como en una especie de digresión, que estaba escribiendo sobre las masacres en Medellín, y sentí su voz estrangularse y un temblor de manos, al relatar que estaba rodeando el Hades profundo, me pesa mucho en el alma, dijo. Hoy estamos frente a una obra ambiciosa que pretende en 435 páginas abarcar los múltiples aspectos de Medellín, su comuna, pero especialmente la masacre del 2002.
Esta realidad, que la sociedad no puede negar pero que no quiere aceptar como verdad, por lo dolorosa y sangrienta, se aborda aquí como una novela que no se acoge a la ficción, no inventa, no novela, sino que relata los hechos como los escucha el narrador, como los ve, los narra en la medida que asciende los escalones de los cerros e involucra en la narración su propia historia hasta su relación afectiva con esa bella mujer de la comuna, Alma se llama, quién, con seguridad es garantía de sanación y la compañía para no enloquecer de horror en la Escombrera, fosa común, centro infernal y símbolo de la ignominia del país.
Se han escrito ya varios ensayos sobre esta novela y el autor ha hablado varias veces sobre las relaciones de “La sombra de Orión” con los mitos griegos, como eso del ‘cadáver insepulto’ en Edipo Rey, como la amenaza de los dioses sobre la ciudad, que es un claro indicio de que esta historia de violencia se remonta a tiempos distantes. Si, eso es, … es una epopeya, un ‘héroe’ desconocido avanza narrando los hechos de fundación y crecimiento de su pueblo, y nos cuenta de la construcción de sus casas, de sus sembrados, de su comercio y fundamentalmente de sus batallas. Ve como se enfrentan a enemigos desiguales, como se arman, como piensan, como sueñan, como ríen y lloran… como es su forma, a veces extraña de amar pero, sobre todo, este ‘héroe’ acompaña a su pueblo los infiernos y se quema con él. Una mujer lo acompaña en tamaña epopeya hasta que él por sus propios medios, surge bañado en lágrimas sobre los restos de una comala aún encendida (recuerdo las declaraciones del escritor en una entrevista donde lo dice explícitamente).
No deseo hablar sobre el cartógrafo que construye un mapa de la comuna, ni sobre el joven que pretende grabar las voces de los asesinados, ni sobre la comunidad de monjas defensoras de la vida, ni la biblioteca sostenida con esfuerzo por ese grupo de mujeres, ni de las tertulias de los intelectuales de la pequeña burguesía universitaria, que son simplemente las múltiples posadas que acogen las vicisitudes del héroe. Sólo quiero mencionar, meses después de la aparición de la novela y de la lectura que hice, que esta es un testimonio de un acontecimiento cruento, sin resolver, que es ejemplo de lo que ha acontecido en este país y que sus lectores, más que sentarse a leer un relato de ficción como suele llamarse a la novela, se enfrentan a la historia de un pueblo, contada por múltiples voces y su descenso a los infiernos.
(C. Torres, julio 6 de 2021)

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