Marco Aurelio, una novela sobre la crisis del presente.
Con satisfacción literaria termino la lectura de esta última novela de Pablo Montoya, "Marco Aurelio y los límites del imperio", publicada por RHM en mayo pasado y sobre la cual, habla el autor en su discurso de Posesión como individuo de número de la Academia Colombiana de la Lengua, hace pocos días.
Como punto inicial quiero
declarar que se trata de una excelente novela histórica que muestra a plenitud el
trabajo de Montoya durante varios años (cuatro señala Pablo después de su firma
en la última página) pero que en realidad fueron muchos más, persiguiendo la
vida del Emperador en sus biografías, en los viajes del autor, en el recorrido
atento del pensamiento de los literatos y filósofos griegos y romanos, especialmente
en torno a la escuela de los Estoicos.
Apoyado en las diversas
biografías sobre Marco Aurelio pero con seguridad en “Meditaciones”, que son
los apuntes personales del emperador en sus últimos años, Pablo Montoya escribe
una novela donde este personaje, tan plural y carismático, se presenta creíble
en sus dimensiones filosóficas, políticas, eróticas, de justicia, amistad y
valor. Tarea que hace, al recrear poéticamente muchos de los aspectos
históricos, personales, formas de ver, sopesar, discutir consigo mismo,
disfrutar del aire, los olores, el sabor de la tierra abierta y alegrarse de su
tarea de veinte años como gobernante defendiendo un imperio que había crecido a
un gigantismo, casi ingobernable, y donde los “bárbaros” amenazaban sus
límites.
La novela inicia con la llegada
de la peste a Roma. La trae Lucio Vero junto al triunfo sobre los partos. El inmenso
imperio ha crecido hasta donde los cascos de los caballos han querido, a base
del saqueo, la esclavitud, que los gobernantes anteriores, (Nerón, Adriano,
Trajano, Antonino), emprendieron para consolidar el imperio. Marco Aurelio es
un humanista, que cree en la ley y la justicia, que desea el bienestar del
pueblo y emprende tareas como alivianar la vida de los esclavos, disminuir la
violencia aunque deba hacer la guerra, y combatir el avance de la peste que
deja miles de muertos a su paso, inundando los caminos.
Tal vez en el trazado de la
política de protección del imperio, es donde la novela toma una actualidad
sorprendente. Para detener las invasiones en oriente o en el norte (Germania
Superior), crea poblados, da la nacionalidad romana a los “bárbaros”, impone el
idioma y los dioses, convierte a los pueblos en esclavos para la agricultura y
les brinda protección de otros invasores, y de la peste. Tal vez en la
discusión sobre los derechos de la mujer y los marginales, la novela adquiere
una vigencia sin igual, en la manera de describir un mundo en crisis, la novela
toma presencia. No se lee, como un hecho histórico, como una problemática de
épocas esclavistas, se lee con la actualidad del reflexionar filosófico sobre
los pensamientos medulares del hombre; el impartir justicia, salud,
infraestructura, se percibe muy actual, los dilemas de Marco Aurelio son
nuestros y del autor. Por ello, el penúltimo capítulo titulado "La
conversación", con Livio Tertulo, fue el que más disfruté, por su
profundidad, actualidad y precisión en su coherencia y argumentación, por ser
dos puntos de vista, uno del gobernante que escucha pero defiende los intereses
del imperio y otro, de Livio el poeta, el pensador humanista que construye en
un pequeño terreno alrededor de su castillo, un espacio de libertad para los
esclavos, de respecto a la mujer y al pensamiento. Es aquí donde el punto de
inflexión con la actualidad se realiza. La discusión sobre la guerra, la
riqueza, la religión y sus creencias, se muestran en sus valores absolutos para
dar cuenta del pensamiento hoy (del autor, por supuesto), en estos tiempos de
guerra e intolerancia.
Tal vez el capítulo más intenso,
es el que narra la muerte de Faustina. Su esposa por más de treinta años, quién
le da trece hijos, mueren casi todos, y como un tributo sin igual y precioso,
la familia se reúne junto a ella, la bañan, le besan las manos y los pies, le
recuerdan el nombre de sus padres, de sus hijos, le susurran canciones y le
permiten irse acompañada de palabras y de olores, del cálido aire de los
desiertos, camino al oriente, no lejos de Bizancio, tal vez en la antigua Siria
la narración tiembla al paso de lo sublime y el lector no puede menos que
reconocer la poética, en ese ritual con la muerte que nosotros desconocemos en
estos tiempos adversos, donde el fuego de la cremación posee un tinte económico
y no el mítico valor de juntarse con los dioses.
El imperio bebió en Grecia, hasta
dejarla exhausta. La Roma de la novela y Marco Aurelio, respiran en gran medida
ese aire filosófico, el aliento a papiro almacenado en la biblioteca, la grafía
y el canto de la voz griega, la belleza de las mujeres y su esbeltez, el campo
sembrado de vid y de olivos, los templos y sahumerios, pero también el olor de
la sangre y del sudor brutal de la guerra, los campamentos de soldados y la
brutalidad de los hombres y las armas. Estos extremos están bien dosificados
paso a paso en esa peregrinación de nueve años, que Marco Aurelio emprende con
su familia a oriente, no para que los súbditos lo reconozcan como el César,
sino que lo vean al lado y junto a los invadidos, se camufla entre la multitud
camino y en peregrinación ritual al templo de Eleusis en donde un brebaje le
permite un viaje interior, sin igual y revelador para un Emperador.
Los biógrafos dan cuenta de las
batallas, de las ciudades destruidas y del croquis que crece punteado sobre los
cueros de las bucardas, Montoya hace novela, entrevé el detalle, construye un
personaje que se enamora y que vacila al tener que ir a la guerra y abandonar a
su concubina griega para ir a la frontera norte, donde encuentra la peste y la
muerte. Este último capítulo cierra esa anticipación de páginas atrás, cuando
Marco Aurelio recuerda que se fue sin Desideria (mujer deseada, significa ese
nombre). Este pasaje, capítulo final, continúa el pliegue temporal hecho muy
atrás, cuando a través de una estrategia narrativa, Montoya hace énfasis en
esta anticipación (prolepsis) que recuerda la soledad de Ovidio, desterrado por
Augusto en el límite del imperio, en Tomos, sin Emilia. Esta otra novela que
menciono, escrita por Montoya en el año 2008, titulada “Lejos de Roma”, creo es
una de las génesis de la epopeya de Marco Aurelio.
La novela aborda muchos aspectos
y se toma libertades, por ejemplo hace uso de lo erótico en Marco Aurelio
siendo este un estoico, y del placer sexual más allá de la reproducción, al
ponerle a su lado a Desideria para el disfrute de su cuerpo y sus cuidados;
aborda una extensa apreciación sobre el concepto de “el alma” en las diversas
escuelas filosóficas, plantea que la tarea de Roma era esparcir los frutos
griegos en el imperio, por ello habla del método de enseñanza en Grecia de
Platón, de Aristóteles, Zenón y Epicuro. Hace afirmaciones temerarias sobre el
crecimiento de la secta cristina en Roma, sobre el invento de un solo dios y
sus rituales. Tal vez por esto, es arriesgada, pero no se escribe como un
ejercicio experimental, por el contrario, es casi la peripecia de sus dos
grandes viajes, uno al oriente y el otro a la frontera norte Germana, y cuelga
en ellos, casi cronológica, toda la reflexión.
Cierro con satisfacción profunda
su lectura, dije. Consciente que la tarea mayor de Pablo Montoya no fue sola la
verosimilitud del personaje y su pensamiento, sino hacer que nosotros, sus
lectores, reflexionen los grandes interrogantes del hombre, ahora que todos vivimos
tiempos aciagos.
(Bogotá, junio 29 de 2024)
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