Un otoño en el aire...
Por: Carlos luis torres, escritor
Tengo en mis manos, acabado de
leer, "Un otoño en el aire", del poeta Español José Miguel (Jomi) García
Ascot, en una publicación de Editorial ERA de México, 1964. Y antes de decir
algo sobre este excelente libro, sobre su factura delicada y cuidadosa, algo
sobre la verdadera poesía allí sugerida, quiero contar que, "Cien años de
soledad", está dedicada a Jomi García Ascot y María Luisa Elío, es decir,
Gabriel García Márquez dedicó, la mayor obra de la literatura colombiana, y una
de las más importantes en español, a este poeta que poco hemos leído y que
acabo de poner sobre la mesa, luego de un largo suspiro de admiración y de
satisfacción al contar con buena poesía.
Sí, así aparece en la edición
primera de “Cien años…” de Suramericana de 1967, tres años después que la
colección “alacena” de poesía publicase “Un otoño en el aire”. María Luisa Elío
(1926-2009), española, era la esposa de “Jomi” (1927-1986) y estos dos es
obvio, amigos entrañables de Gabriel García Márquez y de Mercedes en ciudad de
México.
Nadie realiza una dedicatoria a
cualquier persona; debe ser esta entrañable, admirada, tan en deuda, tan buen
escritor y tan importante para hacerlo. GGM
sentía que “Jomi” y María Luisa eran todo eso pues simplemente le preguntó a
Mercedes, su opinión y ella contestó: “por supuesto”. Por esta razón, en “El
amor en los tiempos del cólera” se dice en su dedicatoria: “A Mercedes, por
supuesto”.
Estos eran dos emigrantes que se
habían hecho un espacio entre ese círculo de escritores que se convertirían en
lo más importante de la literatura latinoamericana: Octavio Paz, Leonora
Carrington, Carlos Fuentes, Juan Rulfo, Emilio Prados, Remedios Varo y Álvaro
Mutis, cuando éste último los presentó y comenzó una estrecha amistad que
permitió que GGM leyera a María Luisa, varios capítulos de “Cien años….”,
pidiera su consejo, compartiera con el poeta español nacido en Marruecos, la
magia en “Cien años….” y este aplaudiera las imágenes de su novela.
Jomi García Ascot, fue crítico y
director de cine (dirigió la película “En el balcón vacío”, basada en un relato
autobiográfico de su mujer María Luisa Elío), novelista, dramaturgo y gran
poeta.
En el libro “Un otoño en el aire”,
el tiempo, el mar, la arena, la infancia, el caer el día, se repasan una y otra
vez como imágenes delicadas, bellas, cuajadas de murmullos.
Una mirada de extranjero a las
Antillas, pone al paisaje una brillantez suave e inusitada: “La palma ondea, la
palma ondea. Y el color del plátano maduro es el rumor de la tarde. A lo lejos
el sol pone abejas de luz sobre la costa.” (“Antillas”, pag. 17).
“La dorada melena de la
tarde/zumba de sol, despacio/como la lenta curva de tu cuello”. Un andar los
ojos sobre la naturaleza, brinda un sencillo romanticismo poético que no
empalaga. El lector se enfrenta a una estampida de sentimientos, confesiones
íntimas, reflexiones sobre el tiempo, imágenes que se detienen enfatizando su
medida, separada del espacio, por ello acabalga infancias y presentes, a veces
imágenes surrealistas se aparecen al final del libro que empina su lectura para
llevarnos a una cumbre alta, con velocidad, emoción y asombro.
Así, de la naturaleza limpia del
comienzo del libro, pasa en su mitad, como ya se dijo, a un título: “Este amor”
y luego a esa sección llamada “personas”, donde evoca la infancia, los amigos
idos, la patria distante, el otoño, la mar pero no lo hace como un exiliado, desterrado,
lo hace en el recuerdo nostálgico del allá, pero se afianza en el aquí, y el
allá, es un acto de búsqueda del ser. Por eso no hay desarraigo, no hay dolor,
hay nostalgia que es la mejor manera que encuentra para saberse que huyó de la
patria, del hogar y del calor en la tarde.
Esto tal vez se debe a que su
partida fue de muy niño, y que asumió México como un espacio propio donde crece
su literatura y su obra cinematográfica.
Leer la poesía de Jomi es tan
importante, como reconocer su trabajo cinematográfico y debe hacerse pensando
que fue uno de los fundadores del instituto cubano del arte e industria
cinematográfica -ICAICI- en donde participó en la dirección de la primera
película cubana, al pie de la revolución.
Hay que admitir que “Cien años de
soledad” es, desde antes de su primera página, una caja de sorpresas. La
primera es Jomi García Ascot y luego siguen…
Para ponernos a punto dejo unos
versos suyos, como bella despedida:
1. Antillas.
(T ( a Tanguí y Julián)
Vamos llegando. Un frágil soplo
despega el leve hollín del alba baja. Un bajo rumor de sol nos toca las
mejillas y encierra lentamente la piel en nuestro cuerpo. Por el palo mayor se
va izando la mañana. Y los alisios cantan los horizontes.
Antillas, nostalgia deslumbrante.
El mar se vuelca en verde, verde de sueño de agua; el sol zumba despacio una
nieve dorada y suspendida.
Mañana es hoy, como un galope. La
madera del puente, deslavada, se esponja gris entre los dientes blancos y los
peces suaves. De un solo golpe el metal se empaña de la herrumbre…
y el perfume invisible de la
costa que la ligera espuma rompe en vela.
A mediodía vimos la costa azul,
temblorosa de vaho y de lavanda. A mediodía el río cae por su peso entre la
espesa tierra de lluvia y canto.
La palma ondea, la palma ondea. Y
el olor del plátano maduro es el rumor de la tarde. A lo lejos el sol pone
abejas de luz sobre la costa.
La tarde se suspende y se
reclina. Un ancho gesto rojo se abre sobre los cerros. La sombra sube hasta los
muelles del aire.
Arriba el cielo se aleja. La
sombra canta suave, sola, recostada. Una brisa de tierra huele a monte.
Hemos llegado.
(Del libro, “Día”, pág. 16)
2. Los
caballos del agua.
Los caballos del agua están paciendo la tarde.
Llueve el tiempo.
Al fondo del armario la húmeda perla brilla
y las lejanas aduanas del recuerdo
ofrecen en manos de niña
a los viajeros
el ópalo oscuro y la ceniza almizcle.
Era la tarde y era la mañana
y otros caballos, de viento, por todas las ventanas
¡girasoles!
De cielo a cielo anunciaban los espejos
blanco cantar de nubes
o el umbroso susurro de los muelles,
suben palomas, suben
los altos campanarios;
lejos los peses sueñan
en el nivel profundo de los ojos.
El sol pone naranjas
en el mantel y el oro de una siesta
lejana.
La tarde teje el humo y el otoño.
Los viajeros van, ojos adentro,
por el ópalo campo del espejo.
Han llegado los caballos del agua,
Están afuera.
(Del libro “Un otoño en el aire”, pág. 59)
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