"La primera mujer", ... en el mundo.

 

   Por: carlos Luis Torres G., escritor



Nedim Gürsel, es un escritor turco nacido en 1951, residenciado en París desde su exilio, siendo él muy joven. “La primera mujer” es su novela iniciática, de la cual deseo aquí anunciar su absoluto carácter poético, su profunda relación con lo onírico y el lazo indisoluble con su infancia.

Esta edición de Alcor Editorial de 1988 y en la traducción de Carmen Artal, que he leído sin detenerme en dos oportunidades continuas, se desarrolla en Estambul y da inicio, cuando el joven Nedim, emplea su salida de fin de semana del internado escolar, a sus dieciséis años, para adentrarse por las callejuelas de la ciudad hasta el Pasaje Cicell donde se encuentran las casas de prostitución.
Los olores estridentes de las fritangas de almejas, tripas, hígado, roseados con perejil y queso, se mezclan con la cerveza, los orines y la búsqueda de un lugar para desbordar su sexualidad que se continua por un caminar entre las callejuelas, iglesias ortodoxas y minaretes musulmanes, que lo llevan a mirar el mar en el Cuerno de Oro y descender los escalones de la Iglesia de Santa Sofía, y alcanzar casi un agua fría y milenaria, que lo conduce a la infancia cuando su madre entra al cuarto a velar su sueño, elevar plegarias ininteligibles, mientras él vuelve la cabeza a la pared de ladrillo y se ve en el lecho mugriento, sudoroso, lleno de pétalos y hojas de vid, esperando a esa prostituta de largos cabellos y una cicatriz cruzándole la espalda.
Novela intensa, une tiempos y lugares, infancia y madurez, Estambul y su habitación en París (Rue du Figuier), su madre, la virgen María y una prostituta. Una prosa poética que se dulcifica a medida que conocemos la ciudad como en un plano de recorrido onírico bello y duro, sufrido y amado, dulce y triste, maravillosamente poético y amorosamente bien escrito.
Los recuerdos de la madre muerta, siendo él apenas un chico, le llegan todo el tiempo a lo largo de la novela, unidos a la historia que ella le cuenta sobre “El Rey de los piratas”, quien tiene a su hija, Nilufer encerrada en una torre para impedir la llegada de su amante. Esta niña, espejo en oriente de Rapunzel, le alcanza sus cabellos para que este trepe a la torre. El narrador de la novela relata una vez más la historia agregando un segmento adicional, así esta avanza, con episodios que surgen en las esquinas de París, de Estambul, al recordar a su madre muerta o a la prostituta que arrastra sus chinelas cuando un verso del Corán surge de sus labios como un susurro o al acercarse a la imagen de la virgen cristiana de Santa Sofía.
(Un deleite para mi leer en voz alta una prosa con frases repetidas, como un cántico, como un verso, como una letanía que nos llega con la delicia que significa leer en papel una novela de hojas ásperas y canoras.)
Novela moderna que sin abandonar la sonoridad poética, irrumpe, una y otra vez, con conversaciones entre el autor protagonista que le habla al narrador en primera persona, diciéndole que se conocen muy bien, nacidos en el mismo lugar, leídos los mismos libros, tenido los mismos miedos, pero son distintos, conocidos, pero distintos. Esta no es solo una estrategia narrativa, es también un extrañamiento, una sensación de exilio. (yo no soy yo, ni mi casa es ya mi casa, dijo Lorca). Narra él mismo desde distintos lugares, pareciera que fuera otro.
La novela es la nostalgia de lo ido, la infancia, la ciudad, las callejuelas, el barro y los mercados de pescado en las barcas el Cuerno de Oro, pero también Bizancio y la antigua Constantinopla y sus murallas y sus guerras de hace siglos; la denuncia actual por la construcción de edificios al lado de las grandes avenidas: es la protesta contra occidente, metido donde no debe, que también recuerda las obras de Pamuk.
La novela es una larga conversación entre Nedim y su madre aún después de muerta. Ella contesta las cosas del presente y acompaña, en medio de la pulcritud de la oración musulmana, la búsqueda inconsciente de todo hombre en el mundo.
“Me gustaría saber el final de la historia de Nilufer y el Rey de los piratas. Pero voy a salir dentro de poco, me esperan en algún lugar. Y estas líneas permanecerán inacabadas, como las leyendas que tu me contabas, la oración que rezabas antes de taparme y soplar en la penumbra, las jaculatorias árabes que desgranaba tu boca. Como tu vida tan breve”.
Tiene, como la escritura árabe, un sentido de derecha a izquierda y por ello el prólogo se hace de final de la novela. Las historias truncas en el recuerdo de Nedim, empatan con una maravillosa confesión del autor que sirve de antesala para leerla nuevamente.
Pongo unos breves fragmentos de “La primera mujer” para resaltar lo dicho:
1) “Hay dos cosas que solo se olvidan con la muerte: el rostro de nuestra madre y el de nuestra ciudad”, dijo un gran poeta de Estambul al que le tocó vivir muchas separaciones y nostalgias. Acaricio de lejos tu rostro redondo y pálido, tus pómulos prominentes. Apenas toco tu cuerpo húmedo y mis dedos arden. ¡Renaces de mis cenizas, Estambul! (Pág. 115)
2) Recordó que su madre leía únicamente el Corán recorriendo sus páginas sin entenderlas. Con la cabeza cubierta con un velo blanco, se sentaba en el sofá con las piernas cruzadas y abría el libro. A medida que sus labios se movían, las palabras se desgranaban de su boca. Manaba un chorrito de agua, cayendo sobre los guijarros: “Bismillahirrahmanirrahim. Elhamdulillaahi rabbil alemin errahmanirrahim. (Pág. 107)
(C. Torres, abril 30 de 2024)


Algo sobre el autor: Nacido en Turquía, Nedim Gürsel es autor de una cuarentena de obras (novelas, cuentos, ensayos críticos y relatos de viajes) publicadas en su país. Muchos de ellos están traducidos al francés y a otros idiomas (veinticinco países). Ganador de varios premios, incluido el de la Academia de la Lengua Turca en 1976 por su primer relato Un largo verano en Estambul , Nedim Gürsel escribe en turco y francés. Después de su bachillerato obtenido en el liceo Galatasaray de Estambul en 1970, continuó sus estudios en París, donde obtuvo una maestría en Literatura Moderna, luego completó una tesis doctoral en literatura comparada en 1979, bajo la dirección de Étiemble. Actualmente vive en París pero realiza frecuentes viajes a Turquía y otros países europeos. Su novela La primera mujer ganó el Premio Ipekçi en 1986 por su contribución al acercamiento de los pueblos griego y turco. El premio al mejor relato le fue concedido en 1990 por Radio Francia Internacional. En 1992, por sus ensayos, recibió el premio Placa de Oro en Struga, Macedonia. Varios de sus textos se han representado en Türkiye y en varios países europeos. Su libro El romance del conquistador , de gran éxito en Turquía pero también en Europa, confirmó su lugar primordial entre los escritores turcos de vocación internacional.

Comentarios

  1. Bella reseña. Impresionante lo del olvido del rostro de la madre. En mi caso es más la dificultad que tengo para recordar un solo rostro de mi madre. Afortunados los dos fragmentos seleccionados
    Felicitaciones Carlos

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    1. Jaime, Gracias por su lectura. Este fue un hermoso encuentro con la ciudad pero sobre todo con la maravilla de la narración del recuerdo de un joven, siempre en el exilio.

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